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¿Selfies con animales salvajes? ¡No gracias!

Awareness Barcelona, january 7, 2019

¿Selfies con animales salvajes? ¡No gracias!
Atraídos por el contacto directo con un animal salvaje y por la posibilidad de exhibir una foto “exótica” en redes, los turistas pagan para fotografiarse junto a crías de varias especies. Pero ¿qué esconden realmente estas actividades?

Tanto en España como a nivel internacional, numerosas actividades turísticas promovidas por particulares y centros de cautiverio ofrecen la posibilidad de interactuar de manera directa con animales. Y, sobre todo, de hacerse fotos y selfies con ellos.

En una época en la que aparentar en redes sociales es casi más importante que disfrutar del mismo viaje, no es de extrañar que en los últimos años hayan aparecido actividades inverosímiles como, por ejemplo, bucear con elefantesnadar con crías de tigres, dar biberones de leche a peces exóticos, o merendar en cafeterías con serpientes y tarántulas.

Pero esta breve diversión del público se realiza siempre a costa del bienestar y la vida de los animales.

En estas y muchas otras situaciones, atraídos por el contacto directo con un animal salvaje y por la posibilidad de exhibir una foto “exótica” en redes, los turistas pagan para fotografiarse junto a crías de grandes felinos y primates, elefantes, loros, caimanes, delfines, serpientes y un muy largo etcétera.

Pero lo que generalmente las personas desconocen es que, entre muchas otras cosas, estos animales suelen ser arrebatados de sus madres a una edad muy temprana y que el manejo constante y el contacto con los humanos les resultan extremadamente estresantes.

El negocio de las fotos con animales salvajes implica otros graves problemas. En países como Tailandia, Indonesia o México, donde es fácil encontrarse con particulares que invitan en la calle a los turistas a fotografiarse con crías de, por ejemplo, primates o grandes felinos, los animales suelen ser cazados furtivamente de su estado salvaje. Los loris perezosos por ejemplo, están amenazados de extinción en gran parte como consecuencia de su uso para fotografías con turistas.

En la gran mayoría de zoológicos locales e internacionales que ofrecen actividades de “foto maratones”, se crían animales sin parar y sin que estos formen parte de ningún programa oficial de conservación.

Las crías, las que más “éxito” suelen tener entre los turistas en busca de selfies, suelen separarse de sus madres sólo nacer- con la angustia emocional y la frustración de sus instintos que esto implica- con la intención de que "imprinten" con las personas en lugar de que con otros miembros de su especie. 

Para evitar daños a las personas, a estos animales se les puede suministrar fármacos tranquilizantes, arrancar garras y dientes, precintar la boca o encadenar.

Tanto en la calle, donde los animales pueden pasar el día entero, e incluso la noche, en zonas de bares y discotecas, pasando de mano en mano y privados del descanso necesario para su crecimiento y salud, como en los zoológicos y pseudo-zoológicos de todo el mundo, los animales no pueden desarrollar sus comportamientos más básicos ni los que les dicta el instinto.

Una vez adultos, o una vez se hayan vuelto demasiado grandes o agresivos, los animales son remplazados por otros ejemplares más jóvenes. Su destino es siempre incierto: pueden acabar abandonados, sacrificados o vendidos a traficantes. Tal y como pudieron corroborar las autoridades de Tailandia en 2015, las partes del cuerpo de los tigres del Tiger Temple eran vendidas en el mercado negro para la "medicina tradicional".

Lejos de la vista de los turistas, los animales suelen vivir en pésimas condiciones: encadenados, en pequeñas jaulas, sin atención veterinaria y forzados a comer una dieta inapropiada para su naturaleza.

En algunas ocasiones, sus propietarios alegan realizar una tarea proteccionista o de conservación que les permite ayudar a otros animales necesitados o a la especie. Sin embargo, un centro de conservación real nunca criaría ni permitiría las interacciones de sus animales con los visitantes.

Actividades de este tipo además, promueven la tenencia de animales salvajes como mascotas, ya que muestran a los turistas una realidad totalmente distorsionada: animales tranquilos, sumisos y acostumbrados al contacto humano que pueden llevar a pensar que tener en casa a un tigre o una boa sea algo fácilmente viable. Así mismo representan también un peligro para las personas: además de sufrir ataques, los turistas pueden contagiarse de enfermedades de tipo zoonótico.

En definitiva, un simple selfie implica años de maltrato para muchos animales y puede poner en peligro la conservación de una entera especie. Piensa en ellos, ¡su vida vale más que unos cuantos me gusta! 

Y para más información sobre el tema, no olvides entrar en la web de nuestra campaña Turismo Responsable con los Animales.

 

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