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Paseos en elefante: todo lo que necesitas saber

Awareness Barcelona, july 15, 2019

Paseos en elefante: todo lo que necesitas saber
¿Estás pensando en contratar un paseo en elefante durante tus vacaciones? Pues, párate un momento y lee a continuación todo lo que hay que saber sobre esta actividad.

Condiciones de vida

La vida de los elefantes en cautiverio contrasta fuertemente con la de aquellos que viven en su estado salvaje, que caminan 30 Km al día y establecen fuertes vínculos entre ellos que duran toda la vida. Los elefantes necesitan comer durante 14-18 horas diarias (hierbas, bambú o forraje) y beber hasta 100 litros de agua fresca. Asimismo deben disponer de sombra durante las partes más calurosas de la jornada. Debido a los entornos antinaturales en los que viven, los elefantes en cautiverio a menudo sufren de problemas debilitantes en sus delicados pies, artritis, malformaciones y, por supuesto, problemas psicológicos.

Muchas empresas de trekking hacen trabajar en exceso a sus animales, sin permitirles llevar a cabo comportamientos naturales ni soltarlos de sus cadenas. Los elefantes que no pueden moverse libremente muestran comportamientos estereotipados, como balancearse de un lado a otro o de delante a atrás. Estos movimientos reflejan un estrés y aburrimiento. En ocasiones, en los paseos se utilizan hembras preñadas, animales enfermos, discapacitados, ciegos o heridos. En muchos casos también se emplean animales menores de 10 años de edad cuyos cuerpos no están todavía completamente desarrollados. 

Entrenamiento

Para controlar y someter a estos enormes animales, se utiliza una técnica que implica privar al elefante (generalmente un ejemplar joven) de comida y agua, aislarle en una diminuta y rudimental jaula, donde el animal no tiene la posibilidad de realizar el más mínimo movimiento, privarle de sueño, atarle y golpearle con ganchos metálicos en lugares sensibles (orejas y ojos).

Dicha técnica, denominada Pajaan, es una práctica de “adiestramiento” o mal llamada “domesticación” de elefantes que se lleva a cabo en Tailandia desde hace muchos siglos. La misma técnica es empleada, aunque con distintos nombres, en los demás países donde se entrenan elefantes para su uso en el sector turístico. La finalidad de este adiestramiento es la de “romper el alma” de los animales para que se conviertan en seres incapaces de desobedecer a las órdenes de los humanos. Cabe destacar que varios ejemplares fallecen durante este proceso de domesticación. Incluso acabado el periodo de domesticación, se suelen utilizar ganchos metálicos para controlar a los elefantes y es frecuente ver heridas en la cabeza de los animales y detrás de sus orejas, así como en la parte baja de sus patas y pies.

Accidentes y otros riesgos

Capturar un animal joven de la naturaleza, separarlo de sus familiares y someterlo a una domesticación violenta, le provoca en la mayoría de los casos daños psicológicos irreversibles y le resulta altamente estresante. Este factor unido a la frustración de los instintos en cautividad, hace que sean impredecibles. Como respuesta a los malos tratos o a causa de un incidente que pueda asustarles, los elefantes pueden alborotarse furiosamente. Con su gran tamaño, incluso un pequeño paso en falso puede resultar mortal. Y los elefantes, bien conocidos por su prodigiosa memoria, a menudo acaban rebelándose contra sus adiestradores. Existe un largo historial de accidentes en paseos o espectáculos con elefante, algunos de los cuales pueden consultarse en este artículo.

Es también práctica común emplear a elefantes en su época de musth (un estado que padecen los elefantes machos y que suele coincidir con el aumento de su apetito sexual), cuando están especialmente nerviosos y agresivos y suponen un riesgo adicional para las personas que los rodean. El contacto con los elefantes plantea también riesgos de salud por la posible propagación de enfermedades. Los elefantes pueden transmitir enfermedades peligrosas a las personas, como por ejemplo la tuberculosis.

Incompatibilidad con la fisionomía de los elefantes

Incluso si los métodos de entrenamiento empleados no implicaran el uso de la violencia, los paseos con turistas seguirían siendo una actividad incompatible con la anatomía de los elefantes desde varios puntos de vista.

La columna vertebral

El esqueleto de un elefante está “diseñado” para cargar sólo su propio peso y cualquier carga de más de 150 Kg supone una presión inmensa para su columna. La forma arqueada de la espalda del elefante asiático hace que el peso de la howdah (silla típica de montar y que puede llegar a pesar hasta 100 Kg), o de cualquier otra montura, recaiga justo en mitad de la espina dorsal, y es por eso que los elefantes utilizados para el trekking pueden acabar con graves daños en la columna; algunos animales incluso tienen síntomas de daños neuronales e inflamación crónica en esa zona concreta de su espalda.

La espina dorsal de un elefante es muy particular: en lugar de discos intervertebrales lisos y redondos, los elefantes tienen protuberancias óseas con forma puntiaguda que se extienden hacia la parte superior desde la columna vertebral. Estas protuberancias óseas y el tejido que las protege son vulnerables al peso y a la presión que se ejerza desde arriba. Y dado que los elefantes tienen que cargar a su mahout y a hasta cuatro turistas adultos, el peso potencial que éstos representan (hasta un total de 450 Kg) resulta altamente perjudicial para ellos.

Algunos sistemas de sillas resultan además más peligrosos que otros, no sólo por el propio peso, sino por el diseño. Las sillas pueden llegar a causar daño en la piel que queda debajo, haciendo rozaduras y causando lesiones. Cuando no están trabajando además, la mayoría de los elefantes pasan el tiempo encadenados, generalmente con la silla puesta. Este encadenamiento también les obliga a permanecer en una postura innatural para ellos, como por ejemplo con las patas traseras estiradas hacia atrás en lugar que justo debajo del cuerpo, siguiendo la línea de su peso: esta distribución anormal del peso puede causar serios daños en sus articulaciones.

Los pies

Otra parte altamente vulnerable del cuerpo de los elefantes son sus pies, que tienen que soportar un peso enorme. Los elefantes pueden caminar de manera segura sobre superficies blandas, como es el terreno natural con vegetación. Sus pies no son adecuados para caminar sobre superficies duras, ya que esto acaba produciendo abrasiones sobre las almohadillas protectoras situadas en las plantas de sus pies. Si estas plantas quedan dañadas, los huesos del interior del pie acaban prácticamente sin acolchamiento, sin amortiguación contra el impacto del suelo, y hace que la simple acción de caminar se vuelva dolorosa para ellos. Este tipo de problemática lleva también a que muchos de estos elefantes acaben sufriendo de artritis, una patología tan grave para estos animales que en numerosas ocasiones acaba resultando mortal.

La piel

También la piel de los elefantes es muy sensible al tacto y al dolor. La parte más superficial de su cutis está llena de terminaciones nerviosas, y es un elemento fundamental para las relaciones sociales ya que estos animales la usan para comunicarse a través del cuerpo a cuerpo.

Procedencia de los animales

Aproximadamente a partir del año 2000, Tailandia (país donde tienen lugar la mayoría de actividades turísticas con elefantes) ha vivido un verdadero boom turístico que ha supuesto un rápido y creciente aumento de los campamentos de elefantes. Una industria tan floreciente tiene necesidad de muchos ejemplares, sobre todo jóvenes. Disponer constantemente de crías es complicado, sobre todo teniendo en cuenta que los elefantes en cautividad casi no se reproducen. Es por este motivo que el tráfico ilegal de crías de elefantes juega un papel importante en el suministro de animales a la industria. Los elefantes son cazados en el estado salvaje en Birmania, “domesticados” mediante el Pajaan y, finalmente, llevados a Tailandia y vendidos a los varios campamentos y “falsos orfanatos”.

Según los informes de la ONG Elephant Family cada año, entre 50 y 100 crías de elefantes son capturadas en Birmania para alimentar la industria turística tailandesa. Y, dato aún más preocupante, por cada cría capturada, hasta cinco elefantes adultos o adolescentes de su familia tienen que ser abatidos. Hoy en día, se estima que tan solo cuenta con una población de 5.000 individuos. Que podrían haber desaparecido del todo en menos de 10 años.

Siempre según Elephant Family, en los últimos 100 años se ha perdido el 90% de la población de elefantes asiáticos. Con un escaso total de entre 25.000 y 35.000 elefantes asiáticos que viven en el estado salvaje en todo el mundo, por cada 20 elefantes africanos a duras penas queda 1 asiático. No es de extrañar por lo tanto que estos animales sean clasificados como “amenazados” en la lista roja de la International Union Conservation of Nature (IUCN).

Más información en#NoMontesEnElefante

 

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