Cada año se organizan 12 millones de viajes para observar animales en su estado salvaje, ya sea en safaris o en avistamientos.
Una gestión responsable de estas actividades turísticas puede ayudar la supervivencia de los animales y la conservación de las especies. Los principales beneficios de los safaris o avistamientos con animales, incluyen la protección de los hábitats; el financiamiento de proyectos de conservación (con donativos, tasas o cuotas de entrada a parques); la creación de empleo para poblaciones locales; y la creación de material educativo de referencia a la necesidad de proteger la fauna salvaje.
El avistamiento de animales en su hábitat puede proporcionar una rentabilidad económica mucho mayor que el uso de esos mismos animales en otros contextos. Por ejemplo, la observación de nidos de tortugas genera unos ingresos tres veces mayor de los que se obtienen con la venta y el consumo de estos animales e implica la creación de puestos de trabajo para muchas más personas.
Ver especies en su hábitat natural es la alternativa ética y necesaria a la observación de animales en centros de cautividad: zoos, circos, etc.
Sin embargo, este tipo de turismo tiene también efectos colaterales. Los avistamientos pueden causar cambios comportamentales y psicológicos en los animales e incluso afectar su hábitat natural. También hay riesgos relacionados con la expansión y el crecimiento del destino, que se convierte en más conocido y turístico.
Los animales afectados pasarán menos tiempo alimentándose o descansando y emplearán más energías para escapar o esconderse. En algunos casos, pueden buscar refugio en zonas más pobres de alimento o habitadas por un mayor número de depredadores.
Muchas especies suelen ser particularmente sensibles cuando crían o en las primeras etapas de su vida. Asustar o molestar a animales durante la época del apareamiento o a las hembras que están amamantando puede tener graves consecuencias para los animales y también para la conservación de una especie.
También se pueden producir cambios psicológicos y químicos en la sangre, como el aumento de las hormonas del estrés, sobre todo en el caso de los animales alimentados por turistas. Es de especial importancia y hay que tener en cuenta que algunas especies, como los grandes simios, pueden contraer enfermedades humanas contra las cuales no tienen defensas.
Los hábitats naturales de los animales también pueden resultar perjudicados. Un claro ejemplo en este sentido lo proporcionan las barreras coralinas de lugares que son regularmente visitados por buceadores inexpertos. Las roturas de corales acaban también con la vida de muchos organismos y reducen el hábitat en el que los peces desovan o se alimentan.
La expansión turística incontrolada y los desechos generados por los turistas también representan un potencial riesgo para la supervivencia de la fauna local. Las mismas infraestructuras (hoteles, albergues, etc.) pueden representar un peligro para algunas especies: el desarrollo del turismo en las zonas de costa de varios países del mundo sigue provocando un serio impacto para las tortugas y sus nidos. Esto subraya la necesidad de un planteamiento muy riguroso que proteja la fauna de los efectos secundarios del desarrollo turístico.
Por último, no hay que olvidar que sigue habiendo operadores que acosan a los animales causándoles un estrés innecesario. Esto es peligroso porque altera sus comportamientos (sociales, de caza, de huida, de alimentación, de cría, horarios, descanso) y ciclos vitales (hibernación), provocando la separación de grupos, madres de crías o causando accidentes mortales con los vehículos. Se pone así en peligro a los animales y la supervivencia de las especies a largo plazo.
Es importante tener en cuenta que todavía se sabe relativamente poco sobre la biología de los animales que se suelen observar en los avistamientos y los efectos que el turismo puede ejercer sobre ellos.
Los códigos de buenas prácticas se suelen basar en el intento de minimizar las señales visibles de estrés que pueden padecer los animales, pero el conocimiento real de los efectos a largo plazo del turismo de avistamiento es aún bastante limitado. Por ejemplo, empieza ahora a parecer claro que las repercusiones en especies “cercanas” pueden ser muy diferentes, como en el caso de los leones y de los guepardos, y reflejan diferencias biológicas y comportamentales. Como consecuencia, los códigos de buenas prácticas para los avistamientos de una especie no se pueden aplicar automáticamente a otra especie del mismo grupo. Es muy necesario seguir investigando en estas líneas e invertir en estudios más exhaustivos para conocer mejor estas consecuencias.
Los países de destino, los operadores del sector y los turistas pueden tomar medidas y ayudar a que estas actividades se lleven a cabo sin perjudicar la fauna.
Un par de ejemplos que pueden ilustrar pautas de buenas prácticas son:
A nivel estatal
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Otras fuentes
Turismo Responsable con los Animales