Millones de animales salvajes son exhibidos en condiciones artificiales en centros de cautividad de todo el mundo. Aunque existen santuarios que tienen una finalidad conservacionista y proteccionista real donde el bienestar de los animales prima por encima de todo, la mayoría de los centros que se hacen llamar refugios, orfanatos o granjas, así como los zoológicos y los acuarios, son negocios que exhiben animales en cautividad con fines de lucro.
Los centros de este tipo suelen llevar a cabo las siguientes prácticas de forma recurrente: capturar a los animales del estado salvaje; criarlos a pesar de no participar en ningún proyecto real de conservación; separar las madres de las crías; comerciar con los animales e intercambiarlos con otros centros, e incluso forzarlos a interactuar con los turistas o exhibirlos en espectáculos.
Las condiciones de vida de los animales son todavía más precarias en los países en desarrollo, donde la falta de legislación específica y la corrupción dificultan ulteriormente exigir un mínimo bienestar para las especies implicadas.
Tan sólo 3.000 tigres quedan en la naturaleza, mientras que en cautividad en todo el mundo viven más de 30.000.
Un centro de recuperación real y cuidadosamente gestionado no reproduciría a sus animales, ni comerciaría con ellos. Tampoco los entrenaría para llevar a cabo actividades antinaturales y no permitiría el acceso libre a los visitantes sin guía. El duro y delicado trabajo de los verdaderos santuarios se centra en acoger a los animales que por el motivo que sea ya no pueden sobrevivir en su hábitat natural, cuidarles y rehabilitarles con el objetivo de poderles devolver a su estado salvaje y, solo en el caso de que esto no resulte posible, ofrecerles los mejores cuidados y las condiciones de vida lo más naturalizadas posibles.
En definitiva, los viajeros deberían informarse muy bien antes de pagar la entrada a un zoológico o de programar la visita a un “campamento de elefantes”, una “granja de tortugas” o un “centro de tigres”, etc. ya que en todo el mundo existen centros que, jugando con la sensibilidad y la buena fe de los turistas, explotan animales con fines de lucro.
A nivel estatal
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