Awareness Barcelona, november 25, 2019
Nadar con delfines, montar a caballo, alimentar a una jirafa, hacer trekking encima de un elefante, fotografiarse con un guacamayo: ¿es realmente necesario el contacto directo con los animales para que los niños y las niñas aprendan a respetarlos?
No nos cabe duda de que los padres y madres que apuestan por este tipo de actividades para fomentar la empatía de sus hijos e hijas lo hacen con las mejores intenciones. Pero desde FAADA nos gustaría invitarles a reflexionar sobre si es realmente ésta la manera más eficaz para llevarles a respetar a los demás animales. ¿Qué tipo de respeto transmitimos si aceptamos que existan animales esclavos, mantenidos en cautividad en contra de su voluntad, separados de sus madres o crías, y obligados a realizar actividades que van en contra de su propia naturaleza e incluso pueden resultar perjudiciales para su salud física y psicológica?
La empatía es por definición la participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otro individuo, y está intrínsecamente relacionada con el respeto de los demás seres vivos. Por lo tanto, cuestionamos que sea posible empatizar con las reales necesidades de los demás animales, si, alentados por una industria que se lucra de su sufrimiento, acabamos contando a nuestros niños y niñas la que es, básicamente, una gran mentira: que los animales en cautividad son felices y que el contacto forzado con las personas es positivo para ellos.
Invitamos a todos los padres, madres y educadores que quieran incentivar el respeto por las demás especies, a plantearse la necesidad de hacerlo de una forma aparentemente menos directa pero seguramente más ética: explicándoles la realidad de los animales en estos centros e invitándoles a conocer su verdadera naturaleza a través de libros, documentales, reportajes fotográficos, vídeos y todos los recursos digitales que la tecnología de hoy en día pone a nuestra disposición. Si creen que la presencia física del animal es imprescindible para atraer la atención, para generar un vínculo con la especie o para aprender sobre ella, no están viendo el cuadro completo. ¿O es que no conocen a ningún niño amante de los dinosaurios que sabe exactamente cómo eran decenas de especies?
Obligar a otro ser vivo a una vida entre rejas, con el único objetivo de que las personas podamos verle y acariciarle solo refuerza una actitud especista y la creencia, muy equivocada, que los demás animales están aquí para nuestra diversión y explotación, lo cual no solo los degrada, sino que, finalmente, también desensibiliza y desconecta a la sociedad ante los actos de crueldad a los que se ven sometidos.
Y para quién siga considerando imprescindible el contacto con los animales: ¿por qué no plantearse la posibilidad de llevar a los más pequeños a una protectora de animales de compañía o a un santuario? Consulta nuestras alternativas al zoo. Quizá no podrán hacerse un selfie o montarse encima de ellos, pero seguramente aprenderán valores mucho más importantes como, por ejemplo, que todas las vidas importan. Sin excepciones.
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