blog Barcelona, february 22, 2022
Nina H. Engwald
Veterinaria especialista en aves de consumo
Actualmente estamos presenciando grandes epidemias, tanto en animales como en humanos (COVID-19, Influenza aviar o peste porcina africana) generando un impacto devastador a nivel mundial. Además, el abuso de los antibióticos en animales y la aparición de zoonosis representan un grave problema para la salud humana, habiéndose identificado los cambios en el uso de la tierra y prácticas agrícolas como primer factor asociado a la emergencia de enfermedades infecciosas en humanos (1).
La agricultura y ganadería industriales son también clave en el desarrollo del cambio climático, otro gran problema actual a nivel mundial junto con las enfermedades de causa nutricional. Incluso el abandono de la agricultura tradicional y ecológica y el desarraigo de la vida vinculada a la tierra está generando gran impacto a nivel social, cultural y ambiental.
Por otro lado, cada vez más personas son conscientes de ello y del sufrimiento animal que la industria produce. Por ejemplo, en Francia, una encuesta realizada a la ciudadanía puso de manifiesto que el 82% es partidaria de poner fin a la cría industrial de animales. O también “End the Cage Age”, una iniciativa ciudadana que se alzó para acabar con las jaulas en la cría de animales, y que ha acabado con el compromiso de la Comisión Europea de una propuesta formal de prohibición que acabará con las jaulas en 2027. Pero lo cierto es que, en general, las políticas de los gobiernos no han sabido adaptarse ni han sido lo suficientemente valientes. En los últimos años, la UE, en sus políticas comunitarias, ha optado en muchas ocasiones por apoyar un sistema que ya se desmorona, dando ayudas a los sectores cárnicos para su promoción y desarrollo, en lugar de apostar por una transición integral, en pro del desarrollo rural, del medioambiente y de los animales. Por su parte, los Gobiernos de los estados miembros han jugado diferentes cartas, Bélgica se ha decidido por promover las explotaciones de pequeño tamaño, Alemania está reduciendo el número de cabezas de ganado por explotación, y en Holanda, el gobierno ya ofrece subvenciones para que los ganaderos cierren voluntariamente las grandes explotaciones de cerdos. En España no, en España, en contra de toda tendencia lógica, las macrogranjas crecieron casi un 50% durante el 2020, y la producción de carne un 15%.
A esto hay que añadir la cuestión del bienestar animal, además de que, con los estudios científicos más recientes en la mano podemos decir que el cumplimiento de la normativa no es suficiente, que no lo garantiza (y de ahí la reciente revisión de esta normativa a nivel EU, promovida fundamentalmente por ONGs y la ciudadanía), auditorías oficiales realizadas por la CE muestran la falta de eficacia de las autoridades competentes españolas en su control (2), y que cada vez hay más incumplimientos por parte de la industria.
Ésta a su vez, presume de un alto grado de bienestar animal, por ejemplo, presentando un certificado "Welfair" en el envase. Sin embargo, el hermetismo que muestran para colaborar, e incluso dialogar con otros profesionales del sector, hace sospechar de su credibilidad.
Las gallinas son aves seleccionadas genéticamente para poner un sinfín de huevos en sistemas confinados consumiendo poco alimento. Sin embargo, la realización de comportamientos naturales y sociales sigue siendo una necesidad y gran parte de los problemas de la industria surgen como consecuencia de la privación de estos como, por ejemplo, la privación de la relación materno-filial, que favorece el desarrollo de picaje agresivo y canibalismo o la mayor incidencia de raquitismo y fracturas en aves sin luz natural ni salida al exterior.
Pero no sólo ellas se enferman y están en peligro, sino que los entornos en los que son criadas se convierten en perfectos espacios para el desarrollo y supervivencia de todo tipo de virus y bacterias. Una bomba de relojería que ya ha explotado muchas veces, dos para ser exactos en nuestro país en el último mes, con la influenza aviar, cobrándose la vida de más de 130 mil gallinas. Y un total de más de 270 mil aves el pasado 2021.
Todo esto nos debería llevar a pensar que estamos ante un punto de inflexión en la industria agroalimentaria, donde ya no es viable continuar con el modelo global actual, y este momento de cambio será decisivo en el futuro de la explotación animal. Aunque la prohibición de las jaulas es un gran avance para los animales y un salto hacia un mundo más respetuoso para con ellos, es crucial aprovechar este impulso para ir más allá y poner sobre la mesa soluciones, de sobra conocidas, a los mayores problemas que esta industria genera.
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