Conscienciació Barcelona, octubre 15, 2020
Las aves son animales hermosos que desde hace siglos suscitan fascinación entre las personas. Pero su belleza es un arma de doble filo: porque cuando intentamos atraparlas y mantenerlas en cautividad para que convivan con nosotros, estamos condenando a sufrir a esos mismos animales que tanto admiramos.
¿Por qué? Porque volar es tan natural para las aves como lo es respirar para las personas. Y cuando las encerramos en pequeñas jaulas para que puedan vivir en una casa o un piso, las privamos de una de sus necesidades más básicas.
El cautiverio de hecho es a menudo una sentencia de muerte para estos animales que acaban deprimiéndose y desarrollando graves estereotipias: es fácil ver a los pájaros enjaulados subir y bajar su cabeza de forma repetitiva, picotear los barrotes de la jaula, temblar, arrancarse las plumas e incluso automutilarse. Según el psicólogo Gay Bradshaw, que estableció el campo de la psicología transespecífica, las aves cautivas experimentan un trastorno de estrés postraumático (TEPT) complejo, debido al sufrimiento prolongado y constante.
Es normal: en la naturaleza estos animales volarían kilómetros y kilómetros. Algunas especies de loro pueden recorrer hasta 50 Km en un solo día y las golondrinas árticas, en un año, ¡llegan a volar casi 40.000 Km!
Además, en su estado natural las aves nunca viven solas, como generalmente pasa en el caso de los pájaros mantenidos en casas particulares. Se comunican entre ellas y, según que especie, incluso se aparean para toda la vida. Otros comportamientos naturales de estos animales, como picotear y lanzar alimentos, a menudo no les resultan posibles en sus hogares “humanos”.
Tampoco podemos olvidarnos de los problemas relacionados con la procedencia de las aves: antes de convertirse en “mascotas”, los animales capturados en su hábitat natural son sometidos a largos viajes en los que son transportados de manera tan brusca e inadecuada que se calcula que por cada ave que sobrevive al viaje, al menos 10 acaban falleciendo.
Las aves criadas en cautiverio tampoco viven mucho mejor: se encuentran amontonadas en cobertizos y almacenes en condiciones higiénico sanitarias muy precarias. Muchas se deprimen, se vuelven agresivas y acaban mutilándose a sí mismas o entre ellas. Tal y como pasa en el caso de los perros, nos encontramos con verdaderas fábricas de aves.
Así que, ¿estás pensando que te gustaría tener un agaporni, un periquito, una ninfa o quizá un loro en casa? Por favor, piénsatelo dos veces. Tan solo tienes que mirar al cielo para poder admirar a estos hermosos animales día tras día y no les estarás privando de la posibilidad de volar y, en definitiva, de ser libres.
Fuente: PETA
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