Conscienciació Barcelona, març 2, 2011
ENTREVISTA A UN EXCAZADOR
Por Laia Margalet
FAADA entrevista a un ex-cazador quien nos explica su experiencia, desmontando los mitos de esta industria y nos cuenta el proceso de cambio de mentalidad que le llevó a dejar la caza.
¿Cuándo entró en el mundo de la caza?
Los inicios de la mayoría de los cazadores siempre suelen ser los mismos, de padres a hijos y amigos. De pequeño solía ir con mi padre en la temporada de caza al campo y de vez en cuando te dejaba hacer algún tiro, de ahí le vas cogiendo afición o lo dejas.
¿De manera que ya siendo niño te ves en el ambiente de la cacería?
Sí, aunque no tuve mi primera escopeta hasta poco antes de ser mayor de edad. Cuando tienes dieciocho años ya puedes ir sólo a cazar, pero a esa edad prefieres salir de fiesta un sábado y llegar a las cuatro de la madrugada por lo que no estás para ir de cacería a las seis de la mañana. Por esto dejé la cacería un cierto tiempo.
Cierto tiempo... ¿volvió?
Sí, y entonces participé más en la asociación, hasta fui miembro de la junta, hecho que me llevó a implicarme bastante. No me siento orgulloso de lo que hice, pero más vale tarde que nunca.
¿Por qué cambió de idea?
En la junta escuchaba los casos, maneras de repoblar, y empezaron a no parecerme razonables.
¿Cuál fue el detonante para colgar la escopeta?
Dejé de tener argumentos en defensa de la caza. Las prácticas de caza de algunos cazadores y como te miran las personas no cazadoras hicieron que apareciera el sentimiento de culpa. También consulté páginas web, tales como FAADA, y protectoras de animales y páginas anti-caza.
¿Nos puede explicar alguna situación en la cual se haya sentido incómodo?
Sí. Os contaré brevemente una situación que me hizo sentir fuera de lugar, y es que estando un día de caza, en un bosque, llegó un amigo no cazador con su mujer y su hijo. Al rato, unos cazadores me avisaron de que venía un zorro hacía mí. Lo vi venir al igual que mi amigo y su hijo, y éste me dijo: “Señor, ¿matará usted al zorro?” Cuando vi la expresión de su rostro y su mirada asustada y triste a la vez, comprendí que hasta aquí había llegado. No pude disparar, y supe en aquel preciso momento que ésa era la última temporada. Y así fue.
En este momento, ¿ya no justifica la caza?
No. El término “ético” que se refiere a las buenas prácticas de la caza, respeto por el medio ambiente en referencia a la caza ya no tenían ningún sentido para mí. Esto es una manera de justificar la caza, cuando al fin y al cabo el objetivo final es el mismo, matar animales, aunque sólo sea uno.
¿Como voy a justificar la caza, ambiente carente de respeto y donde no se tiene en cuenta el sufrimiento de los animales? El final de los animales heridos es la agonía hasta la muerte. He visto animales cazados tirados en el contenedor y cazadores cazando por matar sin recoger la pieza. Cazando el conejo tapan las madrigueras para no fallar el tiro. Las aves rapaces empleadas en la caza viven en una horrible cárcel. Falta nombrar a los perros, que para muchos son como la escopeta, guardan el equipo y también al perro. Permanecen encadenados, en espacios pequeños donde el perro apenas puede erguirse. Todo esto me resulta horrible.
¿Cree que existen las buenas prácticas y el respeto por el medio ambiente en el contexto de la cacería?
No, porque la caza es un negocio. Esto no quiere decir que no haya cazadores que sigan unas buenas prácticas, pero las frases tales como “el mejor cazador es el que disfruta mucho de la caza y mata poco” quedan muy bonitas de cara a la galería, pero todos sabemos que eso no es lo habitual.
Habla usted de negocio, ¿de qué manera la caza es lucrativa?
Las granjas cinegéticas, cotos intensivos, federaciones, armas... en estos colectivos se mueve mucho dinero. Para mí lo principal es el principio ético, para ellos es el dinero. Los puestos de trabajo, comercio y demás justifican la existencia de la caza. Es como decir que se saca un remedio contra el cáncer y no interesa porque sino que hacen los centros oncológicos, y es mejor que se siga muriendo la gente, así hay trabajo, por favor señores tengamos un poco de sentido común.
¿Podría decir algo sobre los parques naturales?
Son cotos de caza controlada, un sector muy lucrativo. Cuando hay un exceso de cabras, ciervos, etc. se forman batidas y/o recechos. Se pagan barbaridades para obtener una cornamenta. Lo principal de cualquier asociación es que el coto tenga animales para poder matar y algunos de ellos, era mi caso, no hay límite de cazadores.
Así que el motivo de la caza es el exceso de animales. ¿Lo relaciona con un desequilibrio del ecosistema de la zona?
Totalmente. El exceso de animales de una determinada especie es debido a la falta de depredadores naturales. Una posible solución sería que los guardas de la reserva llevaran, mediante dardos, cajas trampa u otros medios a los animales, y los llevaran a otros lugares donde hubiera deficiencia de éstos. Pero ahí entra la cuestión económica, gracias a los cazadores que pagan barbaridades se mantiene toda la estructura de los parques naturales.
De acuerdo, pero ¿cómo se provoca el desequilibrio del que habla?
Las diferentes modalidades de caza destruyen los hábitats naturales de los animales. Las granjas cinegéticas hacen que los animales se reproduzcan rápido, de cualquier manera, así que son de genética dudosa y viven en pésimas condiciones. Los animales de estas granjas son los que se sueltan en un terreno y acaban muriendo a tiros o por algún depredador porque no tienen el instinto para buscarse comida por sí mismos. Ahora casi todo es repoblado, si se le puede llamar así.
Incluso se utilizan reclamos de todo tipo y se utilizan todo tipo de artimañas, tales como cebaderos en temporada de caza, para así poder matar mayor cantidad de piezas, son verdaderas matanzas porque los animales acuden allí.
¿Cuál es el objetivo para todo este montaje?
Matar el mayor número de piezas y poder fanfarronear.
Y Para terminar, ¿podría explicarnos alguna experiencia buena o mala que no vaya a olvidar?
Cuando dejé la cacería me quedé con una perrita. Aprendí a valorar la naturaleza y a quererla a ella. La paseaba y cuando te parabas a hablar con alguien ella se sentaba a tu lado, daba compañía. Ahí se creo un vínculo muy fuerte entre la perra y yo. Nunca pensé que se pudiera llegar a querer a un animal de esa manera.
Operé a la perrita de un quiste en la mama y lo superó, pero un día estábamos paseando por la montaña en una zona abrupta, cuando de golpe note un tirón de la correa y vi una víbora, y al mirar hacia la perra vi como le había mordido en la cara. La cogí y la lleve a la veterinaria. Cuando llegué ya tenía todo el carrillo hinchado aunque sólo había pasado media hora. La veterinaria la atendió y me dijo que pasara al cabo de unas horas. Cuando fui y la vi en aquel estado, con el suero puesto y la cara hinchada, me temblaron las piernas. Al rato me llamo y me dijo que estaba un poco mejor, pero que seguía muy grave. Propuso que me la llevara a casa y si hubiera algo que la llamara. Para mí fueron las peores horas de mi vida. La tenía con una manta, y verla en aquel estado me producía un gran dolor. La gota que colmo el vaso fue, no se cómo, se levantó y vino a la habitación. Abrió la puerta con el morro y me miró como si viniera a despedirse. Ya no parecía mi perra, estaba cada vez más hinchada. Eran las cuatro de la mañana, llamé a la veterinaria y le puso la inyección. Todo acabo. Murió a mi lado. Lloré por ella y no me avergüenzo de contarlo, porque no sólo he perdido a mi perra, he perdido a mi amiga, mi compañera de camino.