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Educación Humanitaria

Tema 1 – El juego como estado natural de la infancia

TAREA 1: Lectura del documento de Paula Ramos (2019), El juego como estado natural de la infancia.

Según la Real Academia Española, jugar consiste en “hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse”. Se hace visible, pues, que socialmente el juego es una actividad cuyo objetivo es el disfrute, divertirse haciendo algo. Es por ello que al pensar en ello, la gran mayoría de personas (sobre todo las adultas) imaginan una actividad sin importancia ni funcionalidad, exclusiva de la infancia.

Juegos gigantes que fomentan la empatía hacia los demás animales

Con algunas excepciones, para los y las niñas, el juego es su vida cotidiana en la que se desarrollan de manera segura. En un modelo social donde impera la adultocracia todo lo que hace referencia a otros grupos de edad queda condicionado por las necesidades y posibilidades del grupo dominante, el juego se convierte en un espacio seguro donde los niños pueden experimentar la vida sin los riesgos ni los estreses de la adultez.

La otra excepción son aquellas personas que han comprendido la importancia del juego en la vida de una persona y han entendido que se trata, sobre todo, de una actitud hacia la vida. De disfrutar y aprender, de imaginar y cambiar el mundo.

Maite Garaigordobil [1] define las siete características presentes en una situación de juego:

  • El juego es, sobre todo, placer. Jugar nos divierte y nos genera multitudes de placeres y emociones diferentes: compartir, crear, descubrir, superar, etc.
  • El juego nunca puede ser obligatorio y, por tanto, es libertad. Aunque a menudo lleva normas internas que aceptamos, la espontaneidad del juego no puede ser obligada ni rutinaria.
  • El objetivo del juego es el mismo juego: jugamos para jugar. Al jugar ponemos toda nuestra energía, motivación y emociones en un proceso que es más importante que el resultado.
  • El juego es acción, se vive y se experimenta en todos los ámbitos de nuestra persona (corporalmente y emocionalmente), permitiendo aprendizajes vivenciales muy significativos.
  • La ficción configura el juego, haciendo que todo aquello que imaginamos sea posible mientras jugamos. Podemos volar, ser piratas o serpientes, transformar un cubo en un volcán y verlo, experimentarlo como si fuera real. Esta ficción, además, también permite la expresión, a través de los personajes, de emociones y sentimientos.
  • El juego es una actividad muy seria. Nos concentramos dando la mejor versión de nosotros, exprimiendo nuestras habilidades y conocimientos para lograr la meta marcada en el juego. Por lo tanto, es un espacio que permite poner a prueba nuestros límites sin miedo a equivocarnos.
  • Y, además, requiere nuestro esfuerzo para superar los retos que nos plantea y maximizar el placer generado. Es por tanto, un aprendizaje vivencial constante.

Quizás recordar que los humanos no somos los únicos animales que jugamos nos puede ayudar a darle la importancia que merece. Son muchas las especies que juegan y, en los casos de animales sociales, no se limitan a hacerlo durante la etapa infantil, sino que también es una actividad social importante durante la etapa adulta. [2]

Como fuente inagotable de experiencias y alegría, y con todas las posibilidades que genera, el juego es el vehículo perfecto para que los niños y las niñas se desarrollen de manera global: el cuerpo, de inteligencia, la afectividad y la sociabilidad.

Y, dentro de la afectividad, el juego también permite el desarrollo de habilidades emocionales como la empatía y la compasión, imprescindibles para la construcción de una sociedad más justa.

 


 

NOTAS:

[1] Garaigordobil, M. (2004). “Un modelo lúdico de intervenciones psicoeducativas para la educación infantil”.

[2] Internet es una fuente inagotable de videos de animales jugando. Además de divertidos y tiernos, nos pueden ayudar a valorar el juego como se merece.